Miércoles, 9 de septiembre de 2020.
Hoy, mi rutina comenzó enviando mensajes a los padres de algunos alumnos, respondiendo mensajes de confirmación de programación de asistencia en línea, monitoreando las actividades de la plataforma, con orientación a algunos padres sobre cuestiones de actividades y escenarios, horario de la clase del día.
A continuación, planificando y organizando los servicios “online”, en pequeños grupos, corrección digital de las actividades impresas (folletos), que se enviaron a los estudiantes, que no acceden a la plataforma, pero también a los demás, con el fin de reforzar y complementar el contenido y la práctica de la escritura a mano.
Estoy utilizando todos los medios posibles para llegar al alumno, buscando alternativas, investigando y aprendiendo, sin embargo, me siento angustiado, como hoy, por no poder atender a todos de la misma manera y por no recibir el retorno esperado.
Las familias informan de muchas dificultades en el desarrollo y seguimiento de las actividades. Muchos niños hacen las tareas del hogar por la noche, cuando los padres regresan del trabajo con sus teléfonos celulares y, a menudo, tarde en la noche, todavía están en la plataforma, porque los niños todavía están en el proceso muy lento de desarrollar la lectura y la escritura.
Otros realizan actividades de manera alternada, ya que solo tienen un celular en casa y tienen que compartirlo con los otros hermanos. Otros niños lo hacen por periodos, según el “internet”, es decir, meten los datos del móvil y hacen algunas actividades, cuando se acaban los datos del móvil no hacen las actividades que pongo en la plataforma, porque no hay forma de volver a colocar créditos.
Muchos alumnos no tienen la costumbre de estudiar, algunas familias no tienen una estructura organizada y secuenciada con rutinas y acompañamientos adecuados. Noto que para las familias, también es un desafío muy grande, porque, de un momento a otro, están teniendo que no solo acompañar, sino también enseñar a leer y escribir y no son capaces de hacer esto y ni siquiera de hacer con que el niño tenga en cuenta que estudiar en casa, sin la maestra, es importante.
Jueves, 10 de septiembre de 2020.
El primer grupo de alumnos para los servicios online de Google Meet (incluidos en la plataforma “Escola em casa-DF”), ha sido hoy a las 9 de la mañana. Ya he realizado clases “en línea” con toda la clase. De hecho, no todos, porque algunos incluso accediendo a la plataforma, no pueden participar, porque, en el día, no suelen tener “internet” o, porque usan el celular de sus padres y como las clases son siempre por la mañana (mismo turno que estudian), el celular está con los padres en el trabajo. Sin contar los que empiezan la clase, ya preguntando si será larga, porque el paquete “internet” se está agotando.
Este contacto más cercano con los estudiantes es muy bueno, porque tenemos la oportunidad de vivir la interacción, los intercambios afectivos, ayudar y observar mejor el aprendizaje individual de cada estudiante, hablar de sus sentimientos, dificultades, logros, con intervenciones, orientaciones y motivaciones necesarias.
También opté por brindar asistencia en grupos pequeños, porque creo que será más beneficioso para el aprendizaje de los niños, con más tiempo dedicado a cada uno, para explorar la lectura, la escritura, las dudas y la sistematización del contenido.
En esta primera reunión se programaron 5 estudiantes, sin embargo, uno no participó. Durante la clase, el “internet” de otro estudiante fluctuó mucho, cayendo todo el tiempo, dañando al estudiante, que no pudo seguir la clase correctamente.
El alumno que no participó de la clase, luego explicó que debido a la “internet”, no fue posible poner crédito en el celular. Sabemos que con la pandemia han surgido otras dificultades económicas en las familias. Incluso hay estudiantes que iniciaron estudios remotos con “internet”, pero por razones económicas, ya no pueden pagar la totalidad y están esperando el “internet” gratuito que ofrecerá el gobierno del Distrito Federal, que hasta ahora, es solo una promesa. Mientras tanto, se cuentan los días escolares.
Después de la clase en línea, seguí las actividades de la plataforma, brindé retroalimentación a los estudiantes, verifiqué y programé la lección del día siguiente, grabé un tutorial, explicando cómo adjuntar imágenes de actividades del libro de texto o cuaderno en la plataforma, ya que la mayoría de ellas Estaba teniendo dificultades y hasta entonces recibía a través de mi celular personal, a cualquier hora del día, incluso de noche. Durante todo el tiempo, hay un intercambio de mensajes con los padres o tutores de los alumnos. No hay forma de medir la cantidad de horas que estamos trabajando. No hay forma de dejar de responder a un mensaje, de aclarar una duda en el momento en que el niño está realizando la actividad o con dificultades para acceder y utilizar los recursos. Siempre trato de responder y solucionar los problemas que surgen, lo mejor posible, pero sé que está lejos de ser ideal, lo que puedo hacer, lo estoy haciendo.
Las clases remotas nos exigen a los profesores una jornada laboral más larga, lo que dificulta separar las horas dedicadas al trabajo y la vida personal, porque no se trata solo de poner actividad en la plataforma y ya está. Además de la interacción diaria con los alumnos y sus tutores, en cualquier momento, es necesario investigar, estudiar, planificar, producir, monitorear, intervenir, evaluar, reflexionar y, si es necesario, rediseñar y cambiar el recorrido, ya que cada escuela, cada clase, cada niño es único y tiene su propia identidad y el acto de enseñar y aprender es continuo, el maestro siempre se está reconstruyendo.