Desde Brasília, la capital de Brasil.
Estamos en tiempos de deconstrucción de costumbres y paradigmas diversos, en diversas partes del mundo.
Mi deseo es que haya otra pandemia, pero una de reflexión y revalorización de lo HUMANO que está en nosotros. Quizás así podamos quitarnos la copa de la futilidad con la que la humanidad se emborracha desde hace mucho tiempo. Y nuestra estúpida ingenuidad política al creer fielmente en repetidos mentirosos, ¿cuándo vamos a derrocar?
El racismo muestra que las vidas de los negros importan, pero debemos saber que las vidas de los indígenas también; que la vida “gay” importa, y que la vida de las mujeres, contra la cual la violencia doméstica (uno de los subproductos del machismo) alcanza más del 50% en este período pandémico, también importa.
Al final, más que un discurso tonto de que todos somos iguales, ya que todos estamos formados por los mismos elementos químicos (hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, carbono, etc.), quizás lo que hay que aprender es a respetar las diferencias, como insisto en proclamar para mis conferencias en las escuelas públicas del Distrito Federal, habiendo hablado ya con más de 15,000 estudiantes, padres de estudiantes, asesores educativos, directores, supervisores escolares y maestros. Debemos aprender a respetar las diferencias, porque de ellas están hechos multiversos, de los cuales somos una pequeña parte suspendida en el Cosmos.
Esta deconstrucción ha roto diversos paradigmas, incluida la reverencia por personajes históricos, cuyas estatuas están siendo demolidas en Sudáfrica, Estados Unidos y otras partes del mundo. Es el llamado movimiento “Take down the statues”, es decir, “derribar todas las estatuas”. ¡Al suelo y al desprecio con todos los bustos de eugenistas, esclavistas, machistas!
Pero, ¿no es hora de derrocar la hipocresía que es el pilar de nuestras sociedades? ¿No es hora de que dejemos de humanizar las cosas y de humanizar las cosas? ¿Qué dirá el futuro de nosotros? ¿Una humanidad que alimenta a los animales con filete miñón y se preocupa poco por el hambre y la miseria que aumenta exponencialmente no solo en África, sino cerca de nosotros?
¿Qué dirá el futuro cuando cuente que aquellos que vieron la miseria y trataron de donar bienes, dinero, pertenencias, su precioso tiempo y trabajo, tuvieron sus donaciones desviadas por ONGs, diferentes instituciones benéficas, cuyo discurso es de piedad, pero que no pasan extensión política de los Estados Democráticos de Derecho, que se alimentan de la corrupción y viven de promesas vacías? ¿Mi pregunta fue larga? ¿Hasta qué punto merece ser larga la respuesta?
Cada vez que levantamos muros o vallas, físicas o psicológicas en una pelea en particular, no importa cuánto esa actitud adquiera un aire de sabiduría, muestra cuán superficial es el razonamiento, ya que terminamos guetizando el tema y la pelea. Nuestro lugar de discurso, nuestra posición debe ser la defensa de la humanidad que existe en cada uno de nosotros.
Continúa…
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