Speaking place/corner, ciudad de Auckland/Nova Zelândia (Cualquiera puede hablar).
Desde Brasília, la capital de Brasil.
Brasil celebra este mes, como “agosto lila”. Es la época del año para poner aún más énfasis en crear conciencia sobre la importancia de combatir el machismo y uno de sus mortíferos subproductos, la violencia doméstica.
Elegí este mes lanzar la segunda edición en portugués y la tercera en español, de mi libro “La mujer y su lucha épica contra el machismo”, porque soy un hombre feminista, es decir, no acepto ninguna superioridad del hombre, en relación con la mujer.
Los malos ejemplos que presencié desde temprana edad contribuyeron y contribuyen a que me decida a pensar y actuar al revés de los machos y, por supuesto, a seguir aprendiendo cada día a evolucionar.
En la medida en que, siendo niño y adolescente, me dejé llevar por ambientes adultos, noté que el machismo de mi padre, además de ser un reflejo de su voluntad, era también una herencia maldita impregnada en las pistas y sectores de su cerebro, por la tradición, educación, religión y forma de vida.
No tengo ninguna duda de que el machismo es la base sobre la que construimos nuestra cultura existencial y, con la misma certeza, afirmo que la cultura es cambiante.
El machismo, que está en el corazón de la Política, le es útil y apenas combatido por la Ciencia del Derecho. Sigue siendo un instrumento de dominación y, en innumerables casos, de tortura física y psicológica contra las mujeres, que durante siglos han tratado de demostrar que son seres humanos. ¿No parece extraño poner en duda a tal condición?
A medida que mi “laboratorio de observación” se trasladó más allá de mi grupo familiar y de mi propio país, comencé a viajar por varios continentes y observé que los hombres, en general, se sienten superiores a las mujeres. Esta es la condición psicológica que define el machismo o chovinismo.
Vi que en algunos países de Asia y África, las mujeres se pueden vender por altas sumas de dinero (dote), pero también puede costar menos que el valor de un pollo, vendido en una pequeña jaula, en la feria, como todavía ocurre en China rural. Estos y otros hechos los describo con mayor profundidad en mi libro.
El machismo estuvo y sigue estando presente en los mayores imperios de la humanidad. Y si piensas que los antiguos emperadores chinos fueron extremadamente crueles, y cómo son, sus líderes modernos, no tienes idea de cómo será el próximo imperio chino, uniendo la ideología comunista que lo domina, con la fuerza del capitalismo, de que se alimenta día y noche, como animales de granja que comen sin parar.
De esta lucha entre dragones, comunista y capitalista (quizás de allí nazca el “comutalismo”), el híbrido que está surgiendo se convertirá en el peor de todos los que ya han sobrevolado a la humanidad.
Volviendo al tema principal, en esta situación global en la que los hombres se creen superiores a las mujeres y las oprimen desde el ámbito doméstico hacia el mercado laboral, ¿esperaremos que solo las mujeres se pronuncien contra el machismo?
¿Les dejaremos protestar y luchar solos contra este mal reduccionista de su humanidad?
Después de todo, cuando un hombre toma la posición de la vida para hablar del respeto debido a las mujeres, sin importar si son homosexuales, negras, indígenas, prostitutas o ejecutivas, ¿ese hombre está fuera de su “lugar de habla”, de su “speaking place”?
Continúa…
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